Hoy
estrenaron Pastorela en el cine. Ni tarda ni perezosa, cambié mi horario en el
trabajo para poder ir a la 1ª. Función ya que no pude ir a la Première. Aunque
me fascinó, no pienso hacer una reseña acerca de ella porque cualquier cosa que
diga, además de parecer subjetiva (ya que el director es mi primo), ha sido
dicha por muchos y mejor de lo que podría yo hacerlo.
Sin
embargo quiero hablar de la persona atrás de la película. Cuando éramos niños hicimos un viaje juntos a Florida y su personalidad brilló sobre la de todos
los que íbamos. Todo comenzó cuando bajamos del avión y este nene de siete años
se arrodilló en el piso para besarlo y dar gracias por estar de nuevo en tierra
firme. Las risas no se hicieron esperar. Luego, formados en la larga fila para
pasar migración, comenzó a contar chistes y lo que eran tres filas se convirtió
en una bola inmensa que atentamente escuchaba lo que él decía. Así de gracioso
era (y sigue siendo). Auténtico como es, en cada puesto de helados, en lugar de
pedir los sabores que obviamente ofrecían –fresa, vainilla y chocolate–, el pequeño
preguntaba “do you have lemon?” hasta que llegó el día en que bueno, no
encontró nieve de limón, pero sí una limonada. Como era muy flaquito,
tras tirarse en una “tirolesa” para caer a una alberca, no tuvo el impulso
suficiente y se quedó colgando a medio camino, agitando los pies como loco, y
esperando que alguien fuera a su rescate (risas y más risas).
Años
después, cuando su amor por el dibujo y su habilidad para el arte fueron
evidentes, le pedí que hiciera un mural en mi cuarto. Así que llegó el día en
que finalmente me quedé sola en casa y le llamé. Él llegó y comenzó a dibujar.
Edificios, monumentos, ojos, sombras y mucho más pasaron a formar parte de mi
entonces cambiante cuarto. No teníamos un plan definido, pero ese mural fue el
trabajo que él me regalo y que ahora forma parte de mis mejores recuerdos.
Comidas,
navidades, cumpleaños, situaciones buenas, situaciones malas, éxitos y fracasos
transcurrieron después de ese viaje. Y llegó su “titulación”. Toda la familia
asistió a la presentación de su corto, que para tampoco ahondar en el tema, nos
dejó impactados. Un extraordinario trabajo que la gente no se cansaba de ver,
ya que tuvieron que pasarlo más de tres veces para que todos pudieran verlo, y
aún así, había personas sentadas en las escaleras porque no cabíamos todos en
la sala de proyección de su escuela.
Desde
siempre los que hemos estado cerca de él hemos sabido que es especial. Que le
aguardan grandes cosas en la vida. Que su trabajo es solo un reflejo de su
extraordinaria creatividad y que como persona un ejemplo a seguir, ya que en
este país donde hacer cine original es tarea difícil por falta de los apoyos
financieros necesarios, él ha logrado crecer profesionalmente. Qué placer es
verlo no rendirse. Qué placer es conocerlo y todo un honor ser parte de su
familia.
Milo,
te mereces todo el éxito del mundo. Felicidades.
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